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DEJA DE SER IMPRUDENTE SIN DEJAR DE SER TÚ

 

Hay personas que dicen lo que piensan sin filtro y lo llaman “honestidad”.
Otras se quedan calladas por miedo a incomodar, y lo llaman “respeto”.

 

 

Pero en ambos casos, hay algo que se está perdiendo: la sabiduría emocional para relacionarse con el otro sin traicionarse a uno mismo.

La imprudencia no siempre se nota de inmediato. A veces, se disfraza de bromas incómodas, de opiniones lanzadas en el momento menos oportuno, de consejos no pedidos, de frases que revelan más ego que empatía.
Otras veces se esconde en el tono, en la forma, en ese “yo soy así” que se convierte en excusa para no evolucionar.

Muchas personas imprudentes creen que están siendo valientes, auténticas o “de carácter fuerte”. Incluso dicen que están “poniendo límites” o que simplemente “van de frente”, pero en realidad están actuando de forma atrevida, invasiva o vejatoria. Confunden la claridad con la agresividad, y el respeto con la censura. Y ahí es donde la relación con los demás empieza a fracturarse.

 

Y también sucede que muchas personas que se esfuerzan por ser prudentes y amables terminan pasando desapercibidas, perdiendo relevancia, y quedando fuera de la conversación. Su deseo de no incomodar se convierte en una especie de invisibilidad emocional.
Entonces, ¿cómo encontrar el punto medio entre expresarse con claridad sin herir y cuidar al otro sin desaparecer?

 

¿Cómo aprender a expresarnos de forma clara, genuina y a la vez asertiva, sin causar rechazo ni sentir que nos censuramos?


🧩 Aquí algunas ideas clave que pueden ayudarte a lograrlo:

  1. No todo lo que piensas tiene que decirse en voz alta.
    La mente produce pensamientos todo el tiempo. Pero eso no significa que todos tengan que ser compartidos. Pregúntate: “¿Esto que voy a decir aporta, hiere o me alivia solo a mí?” Tambien piensa: "¿lo que voy a decir ayuda a alguien?

  2. Ser auténtico no es ser impulsivo.
    La autenticidad no está peleada con el respeto. Puedes decir lo que sientes, pero hazlo desde un lugar de conexión, no de superioridad.

  3. Elige el momento y el entorno.
    A veces el contenido es válido, pero el momento es pésimo, inadecuado e inoportuno.  Hablar de ciertos temas frente a personas vulnerables o en público puede convertir algo valioso en una herida innecesaria.

  4. Cuida tu tono, no solo tus palabras.
    Puedes decir exactamente lo mismo con dulzura o con rudeza. El tono es el 80% del mensaje emocional que el otro recibe. Además, algunas personas creen que usar groserías o expresiones vulgares en su narrativa las hace parecer más auténticas, intensas o respaldadas por “la ciencia del lenguaje emocional”. Incluso hay quienes aseguran que eso les da más protagonismo o impacto. Pero en realidad, lo que transmiten es una imagen ordinaria, carente de estilo y con poco control emocional.
    La fuerza no está en la palabra brusca, sino en la capacidad de decir lo que importa con elegancia y firmeza al mismo tiempo.

  5. La imprudencia no siempre se perdona.
     Las personas recordamos más cómo nos hicieron sentir que lo que nos dijeron. Y muchas veces, la imprudencia deja huellas difíciles de borrar, aunque luego venga una disculpa.

    Por eso es tan importante identificar cuando alguien es imprudente de forma constante, especialmente si usa ataques disfrazados de chistes, sarcasmos o comentarios pasivo-agresivos.
    Esa forma de comunicación, muchas veces normalizada, contamina los vínculos y deteriora el ambiente emocional de cualquier espacio: familiar, laboral o social.
    Reconocer este tipo de comportamientos nos ayuda a hacer filtros emocionales, a poner límites saludables y a alejarnos de personas que usan la imprudencia como escudo para su propia falta de gestión emocional.

🎯 Y entonces, ¿qué hacer?

La solución no es dejar de ser tú. La solución es ser tú con conciencia emocional.
Decir lo que piensas, pero con elegancia. Ser directo, pero amable.
Tener opiniones propias, pero sin olvidar que el otro también siente.

Porque al final, no se trata de callar ni de hablar por impulso, sino de aprender a convivir en un mundo donde todos merecemos respeto, claridad y afecto.


“Hablar con honestidad no significa hablar con torpeza.

La verdad se puede decir de muchas formas,

y la más poderosa de ellas es la que

el otro puede recibir sin cerrar el corazón.”

 

 

 

#Lupitaescribiendo

@Avanzarte

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